Lo que el tiempo se llevó
Por Alejandra Tenaglia.
La mujer se sienta frente a la computadora. Es escritora por necesidad, no económica sino vital, aunque las cuentas la asfixien cada mes. Tiene una metodología de trabajo que consiste en pensar una historia que le permita mechar la realidad que la circunda, con giros literarios y divagues disfrazados de normalidad. Una vez pensada la historia, bosqueja con palabras la estructura del relato. Luego robustece cierta idea, desinfla un comentario para ocultar su personalidad, rodea un deseo de ornamentos impostados, filtra una caricia para su amante, ironiza alguna verdad, perpetúa sus miserias que siempre le ganan la partida, olvida lo que hay que olvidar. Mas hoy, algo ha cambiado su cotidianeidad y lo primero que hace al sentarse frente a la página en blanco, es comenzar por lo que siempre ha hecho al final: poner el título. “Lo que el tiempo se llevó”, escribe sin saber por qué y casi sin pensar. La alteración del nombre de aquella famosa película, se podría decir que le llega de un más allá ni lejano ni terreno excluyente de la creatividad.
La mujer se reclina en la silla y se pregunta ¿a qué me estoy refiriendo? Se propone hacer un listado mental de las cosas que han quedado detrás, junto con el tiempo que todo lo atraviesa como un eje sutil que, sin embargo, no se puede disimular. Y comienza: “He pasado los 30, ya no me es posible trasnochar sin sentir al día siguiente las consecuencias, tanto en mi lucidez como en mi modo de caminar; un ataque al hígado es ahora lo que antes una borrachera con whisky elaborado por algún asesino en un galpón barrial; miope soy de nacimiento pero ya no tengo ganas de renegar con lentes de contacto que se secan, se pierden, molestan en el momento clave de un día cualquiera. Una minifalda es buena compañera en verano, nunca más en noche de invierno tiritada con valentía y elegancia al ir a bailar. Bailar sólo en fiestas, o bajo la ducha, o una tarde de buen humor estimulada por un hit radial, o frente a una amiga para hacerla reír si la encuentro bajoneada, o en el gimnasio para que mis articulaciones recuperen movilidad. Pero lo que es a un boliche no vuelvo a entrar ni aunque me aseguren que adentro está Brad Pitt, recién separado y preguntando dónde me puede hallar. El tiempo se llevó mi tolerancia, ya no soporto los empujones, las pisadas, el ritual del borracho, la sobreactuación del seductor que con mirada de Tom Cruise en sus mejores tiempos lanza un: me encantás, sin saber siquiera si hablo español. El tiempo se llevó además, los discursos políticos cargados de contenido y sensibilidad, sin ir muy lejos el otro día leí que la medición del canal oficial baja cada vez que la presidenta habla. Ya nadie explica nada, ni se debaten ideas, ni les importa el pueblo salvo cuando la caja no les da. Ser ministro de una determinada cartera no lleva como requisito excluyente estar capacitado para ella, por eso tenemos a una contadora en salud y al dengue obligándonos a cambiar el perfume por repelente. Los aumentos ya no se hacen solapadamente, por eso el gas subió más de un 100% y el monotributo quién sabe dónde irá a parar. Ser obispo no es incompatible con la paternidad, de hecho es evidente que el presidente paraguayo ha mantenido firme la convicción que sostiene
El tiempo se llevó también la tersura de mi rostro; el color de mi cabello (porque el blanco todos sabemos, no es color); la ingenuidad con la que vivía un amor; la confianza con la que me miraba al espejo; la presteza con la que me subía al auto de una amiga para dar una vuelta; la despreocupación con la que le decía a mis padres: éste es mi novio; la alegría con la que recibía los comentarios sobre mi apariencia siempre algo mayor a mi verdadera edad; la facilidad con la que llegaba a las rodillas con mi cabeza, al elongar. Y sí, el tiempo también se llevó a seres queridos, lugares que aggiornados ya no huelen igual, momentos chiquitos y perfectos, instantes inmensos por la voluptuosidad con la que se hacían sentir en el cuerpo, nombres que nunca sonarán igual en otro humano que diga llamarse así, canciones que han perdido el vigor que me insuflaban, poemas de los que ahora sólo me quedan las palabras, sin la belleza que en ellos ayer encontraba. El tiempo, silencioso y persistente, se ha llevado mucho más de lo que puedo recordar”, termina de pensar la mujer. Se yergue en la silla y comienza a tipear, en tiempo presente, un texto futuro que aún ominoso esconde en el intento de ser, la esperanza que siempre conlleva el hacer. Qué más…
Alejandra Tenaglia
Periódico Millennium de
ale_tenaglia@hotmail.com
2 comentarios:
Saludos Alejandra y gracias por enviarme tu escrito. Un placer subirlo a mi blog.
Abrazos!!
Hermoso..
gracias por compartirlo
saludos fraternos
un abrazo
Publicar un comentario