miércoles, marzo 21, 2007

LA ENFERMEDAD. Premio Herralde de Novela.

¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que la vida es una casualidad?
Frase que encierra el trama principal de la novela que magistralmente nos narra Alberto Barrera Tyszka.
Los temores, el dolor, los sueños, las esperanzas y los recuerdos descritos en las historias que se enlazan con las vivencias de los personajes principales: Andrés Miranda y Ernesto Durán, rehenes de la enfermedad.
Historias que de muchas maneras todos vivimos, la enfermedad física, espiritual y sicológica.
La enfermedad, esa realidad que se hace tan palpable cuando el enfermo es un ser querido o cuando nos toca vivir en carne propia los signos y los síntomas, el tratamiento, la clínica, los médicos y el contacto diario con los compañeros enfermos: esa sociedad anónima que converge en un mismo recinto buscando la salud perdida.
Basta conocer el poder de la enfermedad para entender la fragilidad de la vida y esa línea invisible que nos une al desconocido mundo de la muerte; una de las grandes preocupaciones humanas, con el miedo que nos paraliza ante el sólo hecho pensar en el viaje que habremos de emprender un día, todos, sin distinción de ningún tipo, porque si algo tiene de admirable la muerte, es que a todos nos iguala.
Nietzche escribía el siglo pasado:
«...Uno debe partir de la vida como Ulises partió de Nausica:
Bendiciéndola más que amándola...».
Aprender a vivir y también a morir, he ahí el dilema.
Cuando contemplamos la tenacidad con que los viejos se aferran a la vida se vuelve más válido el análisis de Leopardi:
«...La muerte no es un mal. Ella libera de todos los males al hombre y,
si lo priva de cualquier cosa buena, también le quita su deseo por ella.
La vejez es el supremo mal, puesto que priva al ser humano
de todos sus placeres,dejando vivo su apetito por ellos,
trayendo con ello sufrimiento.
Sin embargo, el hombre teme a la muerte y desea la vejez...».
El doctor Miranda ante el cáncer que está matando a su padre empieza su periplo por un mundo de contradicciones que nacen al confrontar su ética y honestidad mental, la objetividad científica, el valor, la modestia y el amor hacia el paciente (Javier Miranda). Una programación científica que cumple a cabalidad con todos sus pacientes pero que al tratarse de su padre esa programación queda rota.
La conciencia lo hace aterrizar ante lo efímero de la vida. El orgullo superior de los médicos, debe ceder con humildad hacia ese «otro colega» que es la muerte (alivia todo sufrimiento y hace entrar a la felicidad eterna). Explícito en el relato del doctor Miguel (nefrólogo) sobre Efraín un paciente diabético, con sus dos riñones vueltos leña, quien debe asistir tres veces por semana a sus diálisis, medio ciego y sin fuerzas para continuar, alguien que desea morir y tan cansada como él está su familia; todos coinciden en que la muerte es una solución.
" …Siendo absolutamente fríos y objetivos, si se muriera sería un gran alivio,
en todos los sentidos, para su familia…
si lo piensas a nivel de la institución, a nivel de servicio público,
a la sociedad también le conviene que el viejo Efraín se muera.” Pág.35.
Pero “…morir no es tan fácil como parece. Que a veces saber lo que ocurre.
O lo que va a ocurrir, no nos ayuda.
La palabra muerte es un hechizo impredecible” pág.38.
El viaje que realizan padre e hijo a Margarita, es un viaje para distraerse de la realidad, un encuentro con el pasado y la última oportunidad para compartir el presente de una vida que se diluye poco a poco.
Por un lado la tragedia de Andrés Miranda y por el otro la de Ernesto Durán, quien se empeña en una supuesta enfermedad, muchos síntomas sin un diagnóstico preciso, una hipocondría que se mezcla con la obsesión por llamar, ver y escribirle a su médico, como un alivio a su enfermedad imaginaria.
La historia de Durán atrapa desde el principio, como lectora impaciente me inquietó tanto ese deseo loco y hasta absurdo por encontrarse con el doctor, me intrigaba tanto saber de su mal, qué pasaba con ese paciente y por qué el doctor Miranda no lo atendía. Es tan cautivante su delirio, su búsqueda, sus crisis tan contagiosas que termina por atrapar a las secretarias y a los lectores. Conmueve su empeño y su penuria por llegar al doctor, llegar al otro, trascender en alguien, escribir por y para el otro; quizás lo que todos hacemos al escribir.
“…Me hice el propósito de no escribirle más. Y lo cumplí.
Nunca volví a mandarle un correo…
Quería borrarlo, doctor.” Pág. 166.
“…Pero no pude, doctor. Todos los días, me despertaba igual,
con una sensación de vacío en las manos, como si me faltara algo.
También me acostaba igual, con ansiedad… … Hasta esta mañana, al despertarme, de pronto lo vi todo clarito.
Me hace falta escribirle doctor. Aunque esté decepcionado,
aunque usted no me lea,
a pesar de todo, me hace falta escribirle. Si me contesta, está bien. Si no lo hace, tampoco importa.
Que yo escriba es lo único que me hace sentir mejor,
lo único que en verdad necesito” Pág. 167.
Una gran novela, merecido premio Herralde, una gran distinción para la pluma de Alberto Barrera Tyszka, a quien se le agradece una obra sencilla, amena y humana, digna representante de las letras venezolanas.
Leer esta novela es una hermosa experiencia a la cual los invito.
Nos hace pensar en la vida aunque ronde la muerte, disfrutar de verdad, de la familia, de la belleza, estar presente para desatar el nudo del pasado y del futuro y vivir el presente plenamente; así florecen los árboles aun sin ser primavera y el tiempo no transcurre, como dice el poeta – Primavera de invierno – Primavera de verano.
Cuanto más nos separamos más morimos, cuanto menos amamos más sufrimos, cuanto más nos alegran las alegrías de otros más y más motivos tenemos para ser felices.
Solos y aislados somos poca cosa.
Creo que esto es una buena reflexión: rechazamos tanto las experiencias insatisfactorias, ya sea un dolor, cualquier enfermedad o que algo no salga como queremos, lo rechazamos con un sentimiento de frustración y así quedamos enmarañados en contrariedades y rencores, por sutiles que éstos sean. Solemos, además, pensar en desarrollo humano mucho más en términos de habitar en un mundo de dioses que en términos de dejar atrás la ignorancia, el egoísmo separador, la avidez del placer y el orgullo por el tener antes que desarrollar el ser.
La enfermedad, una historia para leer y compartir, bienvenida a nuestras letras, aplaudimos su existencia y deseamos que siga cosechando éxitos.
Alberto Barrera, gracias por brindarnos su pluma y una gran reflexión para la vida, como nos lo dice Rafael Rattia en su análisis En torno a la enfermedad:
“No deja de recordarnos que los seres humanos no somos más que cadáveres ambulantes ataviados de rutilantes y míseras fachendas prontamente corruptibles. En este sentido, La enfermedad puede leerse como un tratado de urgencia de lo peor. Basta que estemos sanos para enfermar y degradarnos hasta la indecencia; basta que estemos vivos para morir en menos tiempo de lo que imaginan nuestros semejantes”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

saludos, tenía días sin entrar a tu blog porque te creía de vacaciones ... voy a ponerme al día desde ese último post que vi....

Nilda J. Sarmiento J. dijo...

SALUDOS AMIGA GLORIA.
POR ACÁ ANDAMOS APRENDIENDO UN POCO SOBRE NUESTRO IDIOMA Y EL ARTE DE ESCRIBIR.
PASA CUANDO GUSTES.
UN ABRAZO.