La violencia es un problema generalizado y creciente en casi todas las sociedades. Adopta muchas formas y aparece en todos los ambientes: en el trabajo, en el hogar, en la calle y en la comunidad en su conjunto. Afecta tanto a los hombres como a las mujeres de todas las edades, pero sobre todo a los jóvenes. No obstante, existen diferencias importantes
entre las mujeres y los hombres en lo que se refiere a la forma, la naturaleza y las consecuencias de la violencia.
Gran parte de la violencia contra la mujer es perpetrada por los hombres, independientemente del sexo y la edad de las víctimas. Lo más importante es el hecho de que la violencia sufrida por las mujeres y las niñas procede de hombres a quienes conocen y se produce dentro del llamado “puerto seguro” del hogar y la familia. La respuesta de la sociedad a las distintas formas de violencia también varía. Así como todos consideran unánimemente que la violencia callejera es un crimen y creen legítima la intervención del Estado, son muchos los gobiernos que dudan cuando se trata de actuar e incluso legislar contra la violencia doméstica. Como se produce en lo que a menudo se considera como la “esfera privada” del hogar, la violencia es difícil de demostrar y de prevenir y fácil de ignorar. Veinte años de activismo de las organizaciones de mujeres contra la violencia están cambiando lentamente este panorama. En concreto, en los últimos cinco años ha habido creciente reconocimiento de que la violencia contra la mujer, como preocupación legítima, ha llegado a formar parte de la agenda internacional: inicialmente como un tema de derechos humanos de la mujer en la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos de Viena (1993) y en su relación con la salud sexual y reproductiva en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de El Cairo (1994). La Plataforma para la Acción de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing (1995) dedicó un capítulo completo a la violencia contra la mujer, del que salieron varias recomendaciones para los gobiernos y para las organizaciones multilaterales y no gubernamentales. Más recientemente, la violencia contra la mujer fue objeto de atención como problema de salud pública y fue adoptada como tal por organizaciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Banco Mundial y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP), entre otras.
La violencia contra la mujer es un problema complejo y multidimensional. Existen factores individuales, familiares y sociales que sitúan a la mujer ante el riesgo de sufrir
actos violentos o, por el contrario, ayudan a reducir ese riesgo. La violencia contra la mujer está imbricada en las normas sociales y culturales que perpetúan la desigualdad entre las mujeres y los hombres y que perdonan e incluso favorecen la discriminación contra la mujer, incluyendo
el castigo por parte de los hombres y otras personas. En especial, la violencia doméstica es el epítome de las relaciones de poder desiguales entre mujeres y hombres. El Panel Canadiense sobre Violencia contra la Mujer (1993) afirmó en la introducción a su informe que:
“Es indudablemente claro que las mujeres no se hallarán libres de violencia hasta que exista igualdad, y la igualdad no se conseguirá hasta que la violencia y la amenaza de la violencia desaparezcan de las vidas de las mujeres.’’
La violencia contra las mujeres afecta a todas las esferas de sus vidas: su autonomía, su productividad, su capacidad para cuidar de sí mismas y de sus hijos, y su calidad de vida.
Aumenta su riesgo frente a una amplia gama de resultados sanitarios negativos e incluso la muerte. Gran parte de esta violencia se debe, fundamentalmente, a que son mujeres; hecho que recibe el nombre de violencia basada en género. Tiene un gran costo individual para las personas
que la sufren y también para la sociedad y para muchos servicios y sectores, incluido el sistema de atención de salud, que debe responder a sus consecuencias.
La violencia contra las mujeres o la violencia basada en el género puede adoptar muchas formas, entre las que destacan la violencia doméstica, la relación sexual forzada y otras formas de violencia sexual, el tráfico de mujeres y otras formas específicas de determinados países, como
las muertes relacionadas con la dote, la mutilación de los genitales femeninos y otras prácticas tradicionales peligrosas.
También puede producirse en distintos lugares y circunstancias, como en el hogar, en situaciones de custodia (prisiones, policía), en la comunidad, en ocasión de conflictos armados y en campos de refugiados o desplazados. En todos estos casos, las diferencias de poder entre los géneros
y otras desigualdades desempeñan un papel importante en la dinámica de la violencia y las mujeres pueden estar especialmente expuestas a determinadas formas de violencia, como
sucede con la violación en situaciones de conflicto armado.
El 25 de noviembre es una fecha tanto para la reflexión de nuestra posición ante una realidad que nos afecta a todos por igual, porque es una violación de los Derechos de las Humanas, porque de muchas maneras nos vemos afectadas, porque somos mujeres, porque tenemos hijas e hijos, porque si no vemos a tiempo las causas y las consecuencias no haremos mucho en la erradicación o prevalencia de este flagelo, que resulta ser un problema de salud pública.
Es bueno preguntarse en qué medida somos responsables por el silencio, por la omisión, por promover de manera consciente o inconsciente, por estar modelados por una cultura machista sonde las mujeres en su mayoría han sido las perpetradoras de esta realidad. Por aceptar la sumisión ante una supuesta fuerza masculina, por aceptar como válidas ciertas formas donde el macho es quien lleva la batuta y las mujeres esperan se les resuelva todo.
Hasta dónde y hasta cuándo seguiremos aceptando la violencia contra la mujer en esas famosas culebras, que denigran a la mujer y perpetúan la condición del macho sobre la hembra.
Hasta cuándo seguiremos persiguiendo al hombre en las famosas teleculebras, esperando el momento propicio para humillarnos por un hombre que lo resuelve todo. Llorar hasta el cansancio por el hombre que no se voltea a mirarte, esperar la riqueza para salir de abajo, pero donde no somos las protagonistas del mundo que soñamos, emporendedoras, hechadas pá lante como dice mi amiga, las que resuelven a pesar de estar solas, las que levantan a sus hijos con trabajo digno.
Si lo miramos bien nos daremos cuenta de las miles de formas que tiene la violencia contra la mujer, no sólo esa donde el vecino le cae a piña cada rato a la vecina.
Cuántas veces vemos esos programas de hombres contra mujeres y viceversa, esos chistes, refranes y burlas constantes hacia las mujeres.
Son muchas formas de violencia y todas tienen su origen en la formación dominante del macho sobre la hembra, eso es lo que se llama violencia de género, porque se trata de una práctica que no tiene nada que ver con el sexo, que es biológico pero sí con el género porque es cultural, es como estamos condicionados, formados.
Me he topado con miles de Isabel, y en muchos casos vuelven con su pareja y hasta aseguran que con amor los harán cambiar. No las culpo, ellas están formadas para recibir, entregarse hasta morir.
De nosotras depende que la realidad de nuestras hijas, sobrinas, amigas, mujeres y hombres en todo el mundo cambien para erradicar este mal.
Debemos voltear ante esta realidad que no está lejos y ayudar a que nuestras hijas no repitan la sumisión y nuestros hijos no sean violentos, opresores y dominantes ante las mujeres.
De nosotras depende, analicemos esta realidad, debemos agudizar los sentidos para descubrir las miles de caras que tiene la violencia contra la mujer en todos los ámbitos de nuestra vida.
Un abrazo,
Invito a TODAS Y A TODOS A Unirse a la Campaña de la No Violencia Contra la Mujer.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario