Sarcófago.
Del latín sarcophagus y éste, del griego sarcophagos. Es una palabra con la que se designaba al que se alimentaba de carne: sarkós significa carne y phagos, ‘yo como’ y, en efecto, los griegos llamaban así a las personas o animales que se alimentaban de carne, es decir, a los carnívoros.
No se sabe con certeza por qué esta palabra fue adoptada para designar a los ataúdes, aunque --según una explicación de Eratóstenes (siglo III a. de C.), recogida por Plinio el Viejo-- tal denominación se dio inicialmente a ciertos féretros construidos con una piedra calcárea extremadamente porosa, dentro del cual los cadáveres se descomponían y desintegraban con rapidez. Sin embargo, no falta quien quiere ver en esta relación una huella de la necrofagia, practicada en las fases más primitivas de la evolución humana.
Estos textos han sido extraídos de los libros:
La fascinante historia de las palabras y Nuevas fascinantes historias de las palabras.