domingo, septiembre 30, 2007

LA POESÍA ES UN DESTINO.

Entrevista a Jaime Sabines.

Por Ana Cruz.

Uno apenas es una cosa cierta que se deja vivir, morir apenas y olvida cada instante, de tal modo que cada instante, nuevo, lo sorprenda.

¿Qué significa la poesía para usted?.

_Pues es muy difícil, porque es una pregunta a la que puedo responder de muchas maneras. No hay una sola respuesta para cierto tipo de preguntas. Le puedo dar todas las respuestas del mundo, pero le daré la que me parece más verdadera en mi caso: la poesía es un ejercicio necesario, absolutamente necesario; inevitable, diría yo. En alguna ocasión dije que era como un destino. Más que una vocación, la poesía es un destino. En ella se encuentra un cincuenta o sesenta por ciento de oficio, de rigor, de disciplina. Lo demás es lo que antiguamente se llamaba inspiración, aunque actualmente ya no es una palabra muy aceptada. Hay quienes prefieren hablar del subconsciente o cualquier otro término de la psicología moderna. Pero se refiere a lo mismo, es la facilidad con la que al poeta se le dan los poemas, como algo natural.

-¿Al poeta se le dan los poemas por inspiración? ¿Considera que es un privilegiado que goza de más momentos de inspiración que el resto de los creadores?.

-No, yo no diría que los poetas tienen más momentos de inspiración, pero sí que tienen más sensibilidad para percibir las cosas que los rodean. Un poeta es una gente “descarnada”, es decir, una persona que va por el mundo sin piel, con la carne viva. Por lo tanto, las cosas que suceden le afectan más que a otros. No tiene nada que lo cubra, que lo proteja, y entonces, como respuesta a la vida, se le da la poesía.

-Don Jaime, háblenos de sus primeros años de poeta, de esos tiempos en los que usted se da cuenta de que posee el don de la poesía. ¿Cuándo descubre realmente eso que llama "su destino"?.

-Bueno, eso que yo llamo mi destino lo descubrí ya tarde. No fue en los años de juventud, ni en la adolescencia, tenía como 45 ó 50 años. En las primeras experiencias uno juega con la poesía como con cualquier otro entretenimiento. En mi caso, llego a la poesía porque en mi casa me enseñaron a redactar, muchas veces lo he dicho, recitaba todos los poemas del Declamador sin maestro, me los sabía de memoria y era un acto social, un acto de comunicación, pero más que nada social.

-La soledad está muy presente en sus poemas. En los amorosos, por ejemplo, escribe usted... “son los insaciables, los que siempre -¡qué bueno!- han de estar solos”, pero también nos dice en alguno de sus versos que la poesía es un intento de acabar con la soledad. ¿La poesía siempre se queda en el intento? ¿Nunca logra vencer a la soledad?.

-El hecho de escribir es ya el hecho de romper esa soledad; ese instante en que usted escribe es un instante de comunión con las personas y con la vida. Hasta con los muebles y las cosas. Escribir es el verdadero sentido de la vida. En lo personal, para los poetas es una especie de catarsis. Recuerdo que cuando la muerte de mi padre, escribí todos esos poemas, noche tras noche a medida que iba transcurriendo la enfermedad y, más tarde, cuando su muerte, el entierro, el luto. Después de escribir en 1961 Algo sobre la Muerte del Mayor Sabines, guardé silencio durante tres años, porque ya estaba harto de hablar de la muerte, pero no podía quitármela de la cabeza. Al fin, el tema de la muerte me vence de nuevo y me doy cuenta de que no podía salir de aquello mientras no lo enfrentara decididamente. Así, resolví escribir la segunda parte del poema de El Mayor Sabines en 1964, más o menos. Escribir me ayudó a salir de mi soledad. Muchas veces, cuando uno se está muriendo o se muere un ser querido, escribir es todo lo que importa.

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