Consiste en contraponer dos sintagmas, frases o versos en cada uno de los cuales se expresan ideas de significación opuesta o contraria.
Observemos como en este soneto Lope responde a los reproches que le hace Góngora por ser demasiado claro, utilizando sobre todo antítesis en la segunda estrofa y en el verso final:
Livio, yo siempre fui vuestro devoto,
nunca a la fe de la amistad perjuro;
vos en amor, como en los versos, duro,
tenéis el lazo a consonantes roto.
Si vos imperceptible, si remoto,
yo blando, fácil, elegante y puro;
tan claro escribo como vos escuro:
la vega es llana e intrincado el soto.
También soy yo del ornamento amigo;
sólo en los tropos imposibles paro
y de este error mis números desligo.
Lope de Vega, Rimas humanas y divinas de Tomé Burguillos.
La antítesis es un recurso muy usado, y aun abusado, en la literatura barroca, amante de los aparatosos efectos de claroscuro, si a ella va asociada la cortesana presunción de ingenio; sin embargo, en el Renacimiento, la antítesis expresa más bien un equilibrio simétrico, como forma de clasicismo; conforme este clasicismo se va degradando en manierismo, las antítesis se van haciendo más numerosas para hacerse al fin oscuras, asimétricas y barrocas.
Otros ejemplos en verso y prosa:
Entre espinas
suelen nacer rosas finas
y entre cardos lindas flores,
y en tiestos de labradores
olorosas clavellinas. Cristóbal de Castillejo.
Yo velo cuando tú duermes;
yo lloro cuando tú cantas;
yo me desmayo de ayuno
cuando tú estás perezoso
y desalentado de puro harto… Cervantes, Quijote.
Mujeres dieron a Roma los reyes y los quitaron.
Diolos Silvia virgen [y] deshonesta; quitolos Lucrecia, mujer casada y casta.
Diolos un delito; quitolos una virtud.
El primero fue Rómulo; el postrero, Tarquino.
A este sexo ha debido siempre el mundo la pérdida y la restauración,
las quejas y el agradecimiento. Francisco de Quevedo, Vida de Marco Bruto.
Fue sueño ayer;
mañana será tierra!
¡Poco antes, nada,
y poco después, humo! Francisco de Quevedo.
Con una propia posición de signos y planetas y aspectos,
uno murió muerte violenta, y otro fue largos años fortunado.
Y sin diferenciarse en algo,
en una propia casa las estrellas son raramente verdaderas
y frecuentemente mentirosas. F. de Quevedo, Vida de Marco Bruto.
Si buenos azotes me daban,
bien caballero me iba;
si buen gobierno me tengo,
buenos azotes me cuesta… Cervantes, Quijote II, 36.
Si buenos memoriales eché,
buenas y gordas calabazas me dieron… Benito Pérez Galdós.
La antítesis desarrollada a nivel textual ayuda a expresar una ironía cuando se desajusta la realidad expresada con el estilo que presuntamente la describe, como cuando se dice “pasar a los anales de la insignificancia”; así Luis Martín Santos utiliza en Tiempo de silencio la riqueza y ampulosidad de un estilo ostentoso para describir la miseria:
¡Allí estaban las chabolas! Sobre un pequeño montículo en que concluía la carretera derruida, Amador se había alzado –como muchos siglos antes Moisés sobre un monte más alto- y señalaba con ademán solemne y con el estallido de la sonrisa de sus belfos gloriosos el vallizuelo escondido entre dos montañas altivas, una de escombrera y cascote, de ya vieja y expoliada basura ciudadana la otra (de la que la busca de los indígenas colindantes había extraído toda sustancia aprovechable valiosa o nutritiva) en el que florecían, pegados los unos a los otros, los soberbios alcázares de la miseria.
En estos casos conviene hablar más bien de contraste.
Uno muy usado es el de lo vulgar con lo extraordinario:
Entre los trapos y los camisones
la gente busca nuevas sensaciones… Mecano, Busco algo barato.
Un tipo de antítesis que se asocia a la paronomasia rimante, y a veces al isocolon, aparece en la primera mitad del siglo XVI en Hernando de Pulgar y sobre todo fray Antonio de Guevara. Se logra con ello un efecto sentencioso:
En las Letras de Fernando del Pulgar:
Es mejor ir al físico remediador que al filósofo consolador (I).
No sé yo cómo loemos de templado al que no puede ser destemplado (I).
Requiéroos que me remediéis y no me consoléis (I).
Toquémosle con el afección y remediará nuestra aflicción (II).
Uno de la satisfacción, e otro de la contrición (IV).
Debería haber consideración, o siquiera alguna compasión (V).
Lapaz que él quiere procurar y vos queréis tratar (V).
Murieron en las batallas despedaçados e no enterrados (VI).
El rey Salamón no le quiso deshonrar, ni a su fijo envergonzar (VII).
El camino de esta vida yerran, y el de la otra cierran (XIV).
La divinidad está airada contra la humanidad (XX).
El perezoso holgando, pena deseando (XXIII).
Ha de ser indignación con la execución (XXIII).
Por ser muy ajeno de todo varón y de toda razón (XXIV).
Son por nuestros pecados de tan mala calidad, e tantas en cantidad (XXV).
Epistolas familiares de Fray Antonio de Guevara:
Tuvo conmigo muy estrecha familiaridad y yo con él inviolable amistad (I,30).
Ni en vos hay nobleza ni en vuestra vida limpieza (I, 34).
Vos me escrebís materia de liviandad, libre quedo yo de responder con gravedad (I, 34).
Falso testimonio os levantéis en decir que padescéis dolores y morís de amores (I, 34).
En Valencia nos conocimos, ha mil años que no nos vimos (I, 46).
A discretos que sepan hablar, y a secretos que sepan callar (I, 46).
No era cura, sino la locura (I, 46).
Vos y yo quedamos desterrados y no menos azotados (I, 63).
Sois agora vano, y en algún tiempo yo fui mundano (I, 63).
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