lunes, enero 22, 2007

Y USTED ¿POR QUÉ ESCRIBE? I PARTE.

Cuántas veces te han hecho la pregunta: ¿Por qué escribes? Y nunca sabes, si en ella existe admiración por tu trabajo, desprecio o quizás unas ganas locas de saber sí en verdad eres un ser extraño, un superdotado, un fuera de serie o simplemente un desquiciado capaz de abandonar todos los títulos honrosos que existen por dedicarse a ese algo, esa cosa, que muy pocos entienden: el amor a la palabra.

André Gide respondía esta pregunta diciendo: «Escribo para que me lean.» Frase a la que el escritor español Enrique Vila -Matas agrega: “Cuando me hacen la inefable pregunta, explico que me hice escritor porque:

1) quería ser libre, no deseaba ir a una oficina cada mañana. 2) porque vi a Mastroianni en La noche de Antonioni; en esa película -que se estrenó en Barcelona cuando tenía yo dieciséis años- Mastroianni era escritor y tenía una mujer (nada menos que Jeanne Moreau) estupenda: las dos cosas que yo más anhelaba ser y tener. Por aquellos días, yo tenía una vaga idea de que no era sencillo ni una cosa ni la otra, pero no sabía hasta qué punto eran dos cosas muy complicadas, sobre todo la de ser escritor. Cuando mi padre me preguntó qué carrera pensaba estudiar -él tenía la callada ilusión de que yo quisiera ser abogado-, le dije que pensaba ser como Malraux. Recuerdo la cara de estupor de mi padre, y también recuerdo lo que entonces me dijo: «Ser Malraux no es una carrera, eso no se estudia en la universidad.».

Igual le pasó a García Márquez, sin embargo, ¿quién duda, ahora; del gran camino que nuestro gabo tomó en su vida? Siendo Nóbel todo es más sencillo, pero ¿qué abría pasado de no insistir es su loca carrera de escritor y si ante el primer rechazo editorial de La Hojarasca su primera novela hubiese abandonado?.

Para la escritora madrileña Belen Copegui el ámbito literario le abrió las puertas premiando las infinitas incógnitas que aborda con su pluma, entre ellas: "Escribo para llegar a ser capaz de comprender por qué hacemos las cosas por qué las hace cada personaje y, en esa medida, ser capaz de imaginar otra forma posible de vivir”.

Mientras que la estupenda escritora Josefina Estrada, de México aborda las letras desde la inconformidad, inventándose mundos contra la realidad circundante:”Escribo para vivir en armonía conmigo misma. Llega el momento en que no me hallo en ningún lado si no me siento a escribir. No sé si sean mejores los universos que creo, pero al menos puedo controlarlos, explorarlos, sin hacer daño a nadie.”

La escritura como salvación es la respuesta del joven escritor colombiano Carlos Fernández: “Escribo para no envilecerme...todo escritor escribe para salvarse, para agotar la distancia que media entre una partida de bautismo y un pedazo de papel colgando del dedo gordo del pie.” Todos tienen sus respuestas, válidas y precisas de acuerdo a su momento. Para algunos, escribir es una necesidad, una manera de exorcizarse, es lanzarse al vacío, es encuentro, es lucha, es nacer y morir al mismo tiempo, es un dolor de cabeza, un trámite; para otros es vivir, gozar; es reinventarse, parir, encontrarse o renovarse. Pero todos coinciden en que escribir implica paciencia, estudio y paciencia y más estudio, porque para ser escritor acota Vilas-Mata:

“para ser escritor había que escribir, y además escribir como mínimo muy bien, algo para lo que hay que armarse de valor y, sobre todo, de una paciencia infinita, esa paciencia que supo describir muy bien Oscar Wilde: «Me pasé toda la mañana corrigiendo las pruebas de uno de mis poemas, y quité una coma. Por la tarde, volví a ponerla.»

Todo esto lo explicó muy bien Truman Capote en su célebre prólogo a Música para camaleones cuando dijo que un día comenzó a escribir sin saber que se había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo: «Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo cuando averigüé la diferencia entre escribir bien y escribir mal; y luego hice otro descubrimiento más alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero; es sutil pero brutal.» Surgen entonces otras preguntas: ¿Para quién escriben a dónde van las palabras?.

Escribo para mí, coinciden todos, y luego para el lector sin pretender agradar ni ser complaciente ante las políticas editoriales. Para el escritor boliviano Víctor Montoya la escritura es su terapia: “escribo para mí mismo, abordando realidades, imágenes, situaciones y personajes que me hubiera gustado leer en la obra de otros autores. Ahora bien, si lo que escribo les gusta y les interesa también a mis lectores, entonces mi alegría no conoce límites y me siento plenamente satisfecho”. El maestro Augusto Monterroso decía se entregaba más al lector: “Yo soy de los que escriben para los lectores; siempre estoy pensando en el otro. Usted me pregunta si tengo cierta figura a la que me estoy dirigiendo, pero no. Cuando empecé pensaba en lectores posibles que generalmente estaban muertos, como Cervantes, Góngora... Eso no me ayudaba, más bien me aterraba, y creo que aterra a cualquiera. Entonces me puse a pensar en los lectores que andan en la calle, gente común y corriente; también en quienes saben mucho de literatura: a esa mezcla dirijo mis textos.”

Y con la libertad como condición única para escribir, Josefina Estrada, olvida el pudor y la autocensura porque según ella en la medida que nos apeguemos a la estética, a la belleza, nuestra propia moral y ética serán más amplias: “Escribo para mí. Yo soy mi primera lectora. Si el texto no me gusta lo mando al cesto de basura de la computadora. O lo guardo por años. Todo escritor tiene, o debiera tener, cientos de cuartillas en el cajón. No por escribirlas ha perdido tiempo sino que ha adquirido oficio y redundará en mejores trabajos posteriores.”

¿Es un oficio, una profesión o un vicio como advierten muchos?.

Para Víctor Montoya “Es un oficio que requiere dedicación y también algo de talento, al menos si uno tiene la intención de convertirse alguna vez en un buen artesano de la palabra escrita. No creo mucho en los escritores “profesionales”, que escriben bajo el dictado del mercado editorial y las corrientes de moda, como tampoco creo en la pura afición de quienes opinan que la literatura debe ser un simple pasatiempo o una actividad de fines de semana”.

Monterroso afirma: “Es un oficio y muy complicado; requiere no sólo de la imaginación, porque la imaginación está libre para lo que se nos ocurra, pero si queremos convertirla en obra de arte como es la literatura, ya el problema comienza por el oficio. Es decir, por el estudio del lenguaje, de la gramática, de saber combinar las palabras de la mejor manera posible, porque no se trata sólo de aprender a redactar. El problema del escritor es hacer una obra de arte, porque escribir es indiscutiblemente un arte. Se empieza y no se termina nunca de escribir, de aprender. Lo que parece un trabajo muy arduo: el estudio de la gramática (y dentro de ella, de la sintaxis y de cada una de las partes que la forman), se convierte en algo muy agradable que uno busca; no es que se lo esté imponiendo, uno quiere aprender cada vez más para hacer mejor su trabajo, y eso se convierte en un placer, en una forma de vida incluso.Así con gusto y con trabajo, escribo. Es apasionante, como la vida.”

Para Josefina Estrada “Es una profesión que requiere oficio como cualquier otra. Aquel que escribe por afición, seguro tiene una profesión. O considera que hay que escribir cuando las musas lo distingan. He conocido a muchas personas que por el solo hecho de juntar palabras una detrás de otra, cree que sabe escribir. O porque ha conocido la maravilla de ordenar las vocablos bajo una especie de hálito divino, y por eso supone que su texto es literario. Y cuando se les señala errores de todo tipo se sienten lastimados y no desean corregir su texto porque lo consideran perfecto. Y si lo corrigen, entre más trabajan en él, más se aleja de la versión original y les resulta muy frustrante. Muchos abandonan la tarea. Lo que quiero decir es que la escritura es una tarea interminable y requiere mucha dedicación. Sólo puede llamarse escritor aquel que considera que al escribir realiza una actividad vital, que no puede vivir sin escribir, sin imaginar. Sin leer".

¿Qué es el escritor?, se pregunta José Luis Sampedro, sino un albañil de sueños, un constructor de castillos en el aire con millares de palabras. Los materiales pueden hallarse en cualquier parte. Los proporciona la gente, las lecturas, los cuadros, los espectáculos y por supuesto el propio mundo interior.

¿Cuál es su relación con las palabras y qué le plantean a quienes empiezan a escribir?.

Para Fernando Savater, cada palabra es sentido y sonido. A través de las caprichosas semejanzas del sonido, los sentidos se hacen guiños entre sí y superponen nuevas capas sonrientes de significado al entramado ya conocido. Es como si la lengua se sacase de la lengua a sí misma, pero para entenderse mejor. En cambio Francisco Umbral sostiene que se puede escribir con güisqui o sin él. A máquina o a mano Se puede escribir siempre, si se es escritor, como el pianista puede tocar siempre. Nietzsche, Wittgestein, los estructuralistas, etc. han dejado claro que sólo existe la palabra, incluso para la filosofía. El lenguaje habla por nosotros, todo lo hace la palabra escrita.

Y es verdad, cada persona tiene un estilo, hábitos y circunstancias que lo orillan a escribir. Sin embargo, a quienes les gusta escribir saben que existen ciertas condiciones para ello: una motivación o propósito, unas circunstancias, unos procedimientos y una técnica.

José Luis Martínez, en su libro Problemas literarios, señala cuatro características que deben estar presentes en un escrito: Naturalidad, técnica, estilo y visión del mundo. En suma, dice José Luis Martínez, aprendemos las esencias del arte en cuanto sus estructuras repiten los movimientos y los ritmos con que se mueve la vida misma del hombre y de todas las criaturas de la tierra. Este respeto por los movimientos y ritmos de la vida es lo que proporciona una de las virtudes más grandes del escritor: la naturalidad. Naturalidad es la expresión conformada de acuerdo con lo natural y lo poseído en común, pero muchas personas que han decidido a tomar la pluma, sentencia Martínez, han perdido esa aptitud original. Una represión extraña les impide escribir como hablan. Por ello los escritores no tienen porque contradecir la naturaleza, sino reproducirla de acuerdo a su armonía y su mesura. En este sentido, los escritores no deben menospreciar la técnica, cuya misión, además de devolverlos a la proporción y a la armonía, les reenseña la original arquitectura de las formas naturales que han olvidado. Técnica es la reducción a la lógica y a la naturaleza, la estructura acordada a las formas mentales y el aprovechamiento artificioso de los recursos del lenguaje y de las reacciones de la sensibilidad. No confundir naturalidad con estilo, pues este último es el espíritu de esos escritos –y no su esqueleto lógico-, es la humedad espiritual que el autor les ha comunicado. Estilo, de acuerdo a Torres Bodet, es la cualidad inviolable y la proyección de la personalidad humana. El estilo nada tiene en común con la gramática ni en la aplicación de unas reglas ni en la reducción de un producto literario a cierto mecanismo acordado por los gramáticos, en complicidad con los modelos lingüísticos; es en cambio cuanto vence y burla esos preceptos. No obstante, estima José Luís Martínez, estilo y técnica, a pesar de las diferencias que las separan, precisa un acuerdo que las una, tal el que reina entre los huesos y el alma de un cuerpo. Friedrich Nietzsche nos entrega su visión del oficio y arte de escribir diciendo: “El estilo debe ser apropiado a tu persona, en función de una persona determinada a la que quieres comunicar tu pensamiento. Antes de tomar la pluma, hay que saber exactamente cómo se expresaría de viva voz lo que se tiene que decir. Escribir debe ser sólo una imitación. El escritor está lejos de poseer todos los medios del orador. Debe, pues, inspirarse en una forma de discurso muy expresiva. Su reflejo escrito parecerá de todos modos mucho más apagado que su modelo. La riqueza de la vida se traduce por la riqueza de los gestos. Hay que aprender a considerar todo como un gesto: la longitud y la cesura de las frases, la puntuación, las respiraciones. También la elección de las palabras, y la sucesión de los argumentos. Cuidado con el período. Sólo tienen derecho a él aquellos que tienen la respiración muy larga hablando. Para la mayor parte, el período es tan sólo una afectación.El estilo debe mostrar que uno cree en sus pensamientos, no sólo que los piensa, sino que los siente. Cuanto más abstracta es la verdad que se quiere enseñar, más importante es hacer converger hacia ella todos los sentidos del lector. El tacto del buen prosista en la elección de sus medios consiste en aproximarse a la poesía hasta rozarla, pero sin franquear jamás el límite que la separa. No es sensato ni hábil privar al lector de sus refutaciones más fáciles; es muy sensato y muy hábil, por el contrario, dejarle el cuidado de formular él mismo la última palabra de nuestra sabiduría." Y de regreso para concluir con Vila-Matas: “Un escritor debe tener la máxima ambición y saber que lo importante no es la fama o el ser escritor sino escribir, encadenarse de por vida a un noble pero implacable amo, un amo que no hace concesiones y que a los verdaderos escritores los lleva por el camino de la amargura, como muy bien se aprecia en frases como esta de Marguerite Duras: «Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiésemos.» Plantearse escribir es adentrarse en un espacio peligroso, porque se entra en un oscuro túnel sin final, porque jamás se llega a la satisfacción plena, nunca se llega a escribir la obra perfecta o genial, y eso produce la más grande de las desazones. Antes se aprende a morir que a escribir. Y es que (como dice Justo Navarro) ser escritor, cuando ya se sabe escribir, es convertirse en un extraño, en un extranjero: tienes que empezar a traducirte a ti mismo.

Escribir es hacerse pasar por otro, escribir es dejar de ser escritor o de querer parecerte a Mastroianni para simplemente escribir, escribir lo que escribirías si escribieras. Es algo terrible pero que recomiendo a todo el mundo, porque escribir es corregir la vida -aunque sólo corrijamos una sola coma al día-, es lo único que nos protege de las heridas insensatas y golpes absurdos que nos da la horrenda vida auténtica (debido a su carácter de horrenda, el tributo que debemos pagar para escribir y renunciar a parte de la vida auténtica no es pues tan duro como podría pensarse) o bien, como decía Italo Svevo, es lo mejor que podemos hacer en esta vida y, precisamente por ser lo mejor, deberíamos desear que lo hiciera todo el mundo: «Cuando todos comprendan con la claridad con que yo lo hago, todos escribirán. La vida será literaturizada. La mitad de la humanidad se dedicará a leer y a estudiar lo que la otra mitad de la humanidad habrá escrito. Y el recogimiento ocupará la mayor parte del tiempo que será así arrebatado a la horrible vida verdadera. Y si una parte de la humanidad se rebelase y se negase a leer las lucubraciones de los demás, mucho mejor. Cada uno se leería a sí mismo.» Y usted ¿Por qué escribe?

3 comentarios:

©Javier Miranda-Luque dijo...

Convocatoria web, este sábado 27, sin restricciones horarias:

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(SE SUGIERE VESTIMENTA CONFORTABLE. LA HIDRATACIÓN CORRE A CARGO DE CADA QUIEN. ADVERTIMOS QUE DENTRO DEL ASCENSOR NO HAY COBERTURA CELULAR NI, OBVIAMENTE, INSTALACIONES SANITARIAS)

Curiosa dijo...

Aqui te dejo lo que escribi en mi blog el 11-Sep-2006:

He leído en varios partes el cuestionamiento de el por qué escribimos en los Blog. No puedo hablar, lógicamente, por todos o cada uno, pero pienso que son motivos mas personales, desahogo, culturales y de información y entretenimiento lo que nos lleva a eso. Y a todos los respeto.Particularmente, mi caso, es que desde que tengo uso de razón no puedo estar sin un bolígrafo y un papel anotando todo lo que veo, siento y pienso. Me encanta escribir, mas a mano que en computadora, pero con la tecnología hay que adecuarse.No puedo escribir, por ejemplo, de política, porque no tengo la experiencia ni las ganas (ya bastante política leo y oigo cada día desde que me levanto).No puedo hablar de recetas, pero me gusta verlas y aprender.No puedo hablar de muchas cosas, pero sin embargo las leo.Mas que todo me inspiró el poder "hablar" abiertamente acerca de mis intereses, penas, alegrías, sentimientos, pensamientos, curiosidades, gustos y realmente, de lo que me provoque. Algo así como un periódico particular, que además puede ser leído por quien quiera y nadie en realidad me conoce...asi que puedo hablar abiertamente sin la "cosita" de que lo que vaya a escribir "toque" personalmente a algún conocido (y si lo hace ni saben que soy yo jejejeje) El hecho es que leyendo un post esta mañana me hice la pregunta y aquí está mi respuesta: Escribo porque me gusta, porque me inspira, porque me relaja, porque me agrada, porque me desahoga en el trajín del día. No escribo con fines oscuros de buscar gente, de ganar adeptos, de buscar aprobación, simplemente escribo para que las palabras que estan en mi alma se tomen un respiro y descansen en estos pedacitos de linea. Eso es todo!

luis dijo...

Porque tengo la nesesidad de ex-presarme, de sacar la presion, si escribo bien o mal, no mporta, si no las ideas. Bien o mal sacar estas ideas para no volverme loco.