Por: Francisco Garzón Céspedes.
ELLA Y ÉL Y EL FONDO DE LAS PUPILAS.
Ella se arrodilla en la hierba acurrucándose. Oculta el rostro. Y el tiempo es interminable. Una voz desconocida pregunta: “¿Tienes hambre?” y él extiende un pan, extrañamente redondo como planeta, y se deja caer. Ella no tiene hambre. Coge el pan y come con la cabeza baja. Escucha un coro de niños y no, de un bocado a otro, sus sollozos. Él no habla. La ve morder, tragar, llorar. Estira una mano para acariciarla. Pero regresa la mano y dice: “No te conozco. No sé porque estás en el suelo. No sé por qué lloras. Mira: están hierba, árbol, flores. Y estoy yo que debo irme y que podría abrazarte.” Ella levanta la cabeza. No sonríe. Le busca el fondo de las pupilas. Y asiente.
ÉL Y ELLA Y A BOCANADAS.
Cuando cada uno hace el hallazgo del otro en medio de la ruta, él se ha detenido porque tiene una herida en su pie izquierdo. Ella está acercándose. Él imagina que de la herida le brota a bocanadas una columna de humo rojo. Y que el humo no cesa. No cesa. Imagina que cada bocanada le duele como si la herida se multiplicara. Imagina que él atrapa el humo rojo con las manos y lo lanza lejos de sí. Y el pie y ella desaparecen.
ÉL Y ELLA Y LA GÓNDOLA.
Desde la nariz la respiración expulsa una góndola. Es una góndola densa, pujante. Una góndola que queda flotando en el aire entre él y ella. Él respira por la nariz y ella por la boca. La góndola es un anhelo entretejido entre los dos. Un anhelo que navega de un puerto a otro. Inhalado, exhalado. Tan real la góndola que se balancea con más y más fuerza en el oleaje mecido por los jadeos de él y los jadeos de ella.
COLECCIÓN GAVIOTAS DE AZOGUE - CINOE-COMOARTES. 1-25.