lunes, septiembre 17, 2007

La norma lingüística y la propiedad al hablar.

Fernando Lázaro Carreter define Norma como: “Conjunto de caracteres lingüísticos a los que se ajusta la corrección gramatical, en general o en un punto concreto“. Es decir, la norma es el conjunto de reglas para hablar y escribir con corrección.

Las normas guían en el buen uso de la lengua, al tiempo que distinguen lo correcto de lo incorrecto y aseguran la unidad entre todos los que la hablan.

La diferencia entre el código y la norma es que el código (sistema de signos) es algo que se ofrece al hablante para que haga uso de ello. La norma, por el contrario, es algo que se impone, si se quiere usar correctamente el código.

Sería lógico decir sabí, en vez de supe; o andé, en lugar de anduve, o ponido, en lugar de puesto, pero la norma, aceptada por todos los hablantes, impone sus criterios y entonces rechaza esas formas como incorrectas. La lengua tiene sus reglas generales, y la norma impone las excepciones a la regla.

Según el Diccionario oficial la propiedad al hablar es “el significado o sentido peculiar y exacto de las voces o frases”.

La propiedad del decir es una adecuación interna de la frase al pensamiento que se ha querido expresar; la corrección es una adecuación externa a las formas admitidas socialmente como las mejores. Por ejemplo empleando haiga por haya puede el pensamiento expresarse con propiedad, pero la forma es incorrecta.

Así, lo «regular» sería decir andé, vide y jugo, pero nuestros antepasados prefirieron anduve, vi y juego y éstas son las formas que quedaron incorporadas a la norma de la lengua española.

El concepto abstracto de la impropiedad lingüística es sencillo: es el incumplimiento de una ley lingüística... Una palabra es correcta en cuanto la acepta el uso, en el que reside el derecho y la norma de hablar.

El conocimiento y la sujeción a la norma, tanto si es única como si posee variantes admitidas por las personas instruidas de un determinado territorio, es lo que proporciona al idioma su corrección.

No se trata entonces, de cuánto podamos entendernos al hablar, se trata de hacerlo con propiedad, respetando la norma; el ignorarla o no obedecerla produce la incorrección idiomática, y es causa de muchos vulgarismos.

Nuestra época es rebelde a las normas. Y hay quienes desdeñan la corrección del idioma, como imposición intolerable y hasta como atentado contra la libertad individual.

Sin embargo, nuestra presencia; en la actividad social (científica, artística, política, profesional) será tanto más importante, cuanto mayores sean nuestras posibilidades de comprender y de hacernos entender.

El estudio del idioma, para hablarlo y escribirlo conforme a la norma, constituye el quehacer principal que tiene ante sí todo hispanohablante.

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