Era la pregunta que me hacía una amiga el fin de semana,
refiriéndose a los tantos diálogos, a las tantas opiniones y a tan buenos
artículos que leemos en los diarios, revistas y en las redes sociales sobre la
problemática en Venezuela y las posibles soluciones o salidas.
¿Qué está pasando?
¿Solo hablamos o hablamos solos?
¿Habrá alguien escuchando o todos estamos hablando?
_Este hablar es una forma de catarsis, me decía.
Lo importante, es soltar estas cadenas que nos aprisionan, este
encierro, esta impotencia, este saber que nadie entiende, este avanzar
retrocediendo, estas razones sin sentido.
Doctos e indoctos nos paseamos por los más diversos temas del
acontecer diario: desde el índice bursátil hasta la compra y venta de bolsitas
de cien gramos de azúcar, café, leche y harina, a la cual se sumarán las
rebanadas de hallacas y de pan de jamón para esta Navidad.
_Amiga, si no hablamos; explotamos. Reflexionaba.
Más que palabras todo esto es un grito ahogado. Puede, que en el
momento, en verdad las palabras las oigas, las leas, las vivas, las entiendas
pero, he allí mi pregunta:
¿A dónde se van?
No se detienen, no llegan a ninguna parte, ya no hacen eco, se devalúan más
rápido que la misma moneda. Una noticia arrasa con otra. Nadie se ruboriza ante
la realidad, ya nada sorprende. Un buen análisis y una buena propuesta terminan
siendo un pretexto para quienes debieran responder, si tuvieran dignidad.
_He allí el gran detalle. El perverso no conoce la vergüenza.
Pero, ¡allá ellos!; acotaba.
La indignación tiene un respiro a través de la palabra.
Esos dolientes, que somos todos los que habitamos este valle de lágrimas
seguiremos clamando. Aunque se roben los medios no podrán callar nuestros
alaridos.
Sigue siendo la palabra la que se levanta contra la vejación y contra la
injusticia.
Aunque todos hablamos de lo que todos vivimos, donde ya nada es ni novedoso ni
sorprendente. De muchas maneras estamos nombrando, luchando, protestando contra
una realidad que deseamos desterrar antes que perder a nuestros jóvenes,
profesionales, comerciantes y hermanos que emprendieron el éxodo hacia otras naciones.
A mi amiga no le molesta que hablemos, lo que precisa es de una
respuesta, como todos. Por eso la pregunta, el dolor y la tristeza al ver como
se desperdicia el talento, la magistral y sabia propuesta para un país próspero
por seguir sosteniendo lo insostenible.
En fin, creo firmemente que en esta
incongruencia de país aún hay esperanza. Muchos Hombres y mujeres valiosos aún
están tratando de recuperar el diálogo y la sensatez, rompiendo el silencio
para darle sentido a lo caótico, buscando significados profundos que le den
fundamento a esta sociedad dividida.
No sabemos a dónde van las palabras, pero sí sabemos que son temidas. En este mundo
roto sigue estando una voz, la mía, la nuestra, la de todos. A las palabras no se las lleva el viento. Por muy sordos que aparenten estar, éstas
no podrán pasar inadvertidas, por eso, te animo a escribir y a opinar, muchas
razones seguimos teniendo para no callar.
28/11/2017 N/S