miércoles, octubre 31, 2007

Dudas de conjugación: Convenir.

Convenir. 1. Dicho de algo, ‘ser bueno o útil para alguien o algo’; dicho de personas, ‘estar de acuerdo’ y ‘acordar [algo]’. Verbo irregular: se conjuga como venir.

Presente- Copretérito- Pretérito.

Convengo - convenía - convine.

Convienes - convenías - conviniste.

Conviene - convenía - convino.

Convenimos - conveníamos - convinimos.

Convenís - conveníais - convinisteis.

Convienen - convenían - convinieron.

El imperativo singular es convén (tú) o convení (vos), y no conviene.

2. Cuando significa ‘estar de acuerdo con alguien en algo’ es intransitivo. Suele llevar un complemento precedido de con y, además, un complemento precedido de en, que expresa aquello en lo que se está de acuerdo: «EN eso [en que el viaje había valido la pena] convenía CON Leonor» (Pitol Juegos [Méx. 1982]).

En el habla esmerada, no debe suprimirse la preposición (Que) «Los críticos convinieron EN que se trataba de un libro de prosa cargado de los más altos méritos literarios» (Chávez Batallador [Méx. 1986]); y no Los críticos convinieron que se trataba de un libro... Pero este verbo tiene también usos transitivos, por lo que no siempre se incurre en queísmo cuando se dice convenir que.

3. Es transitivo cuando significa ‘decidir [algo] de acuerdo con alguien’: «Mi amiga convino el arriendo de su estudio» (Delgado Sub-América [Ven. 1992]); «Convino por teléfono con don Amedio un almuerzo de los tres para el día siguiente» (TBallester Filomeno [Esp. 1988]). El complemento directo puede ser una oración precedida de la conjunción que: «Ambos convinieron QUE la noticia del cese se haría pública después de ese acto» (Herrero Ocaso [Esp. 1995]). Aunque están próximas, esta acepción no debe confundirse con la intransitiva ‘estar de acuerdo con alguien en algo’. __________________________________________________________________________ Demasiado -da. 1. Como adjetivo significa ‘que excede de lo necesario o conveniente’ y se antepone siempre al sustantivo, con el que debe concordar en género y número: «Me pregunto si no habrás leído demasiadas novelas» (Ferré Batalla [P. Rico 1993]). Como adverbio, la forma demasiado es invariable y significa ‘excesivamente’: «Tu tío Genaro fuma y habla demasiado» (Díaz Neruda [Chile 1991]); «Las orcas son demasiado inteligentes para caer en la trampa» (Geo [Esp.] 6.95). Cuando, como adverbio, se antepone a un adjetivo, no debe concordar con este, puesto que los adverbios son invariables: «Hay personas que tienen síntomas, pero estos no son demasiados incómodos» (Mundo [Esp.] 13.2.97); debió decirse demasiado incómodos. Hay contextos en que delante de un adjetivo puede darse un uso concordado (como adjetivo) y no concordado (como adverbio) de demasiado; pero en cada caso el sentido del enunciado es diferente: Tiene demasiadas malas costumbres [= tiene un número excesivo de malas costumbres]; aquí demasiado modifica en bloque a malas costumbres y debe concordar, como adjetivo que es, con el sustantivo costumbres; frente a Tiene demasiado malas costumbres [= tiene costumbres excesivamente malas]; aquí demasiado modifica únicamente al adjetivo malas y, como adverbio que es, debe permanecer invariable. 2. Hoy no es propio del habla culta y debe evitarse interponer la preposición de entre demasiado y el adjetivo o adverbio al que modifica: «En la moto se viene demasiado de bien» (SchzFerlosio Jarama [Esp. 1956]).

______________________________________________________________________ Diabetes. ‘Enfermedad metabólica’. Es voz llana: [diabétes], aunque en algunos países de América se oiga a menudo como esdrújula: [diábetes]. Debe evitarse la deformación popular diabetis. www.rae.es

martes, octubre 30, 2007

ALEJANDRA PIZARNIK.

por Maria del Mar Lopez-Cabrales

La palabra, los silencios, el bosque, el jardín, los espejos, la lucha con el lenguaje, la infancia, la muerte, el doble y la ‘otra’ Alejandra Pizarnik, son algunos de los espacios y temas que se dan cita en los textos de esta escritora argentina. Una vida y una escritura tan intensas no pueden ser recogidas en tan sólo unas líneas, lo que nos proponemos aquí es dejar hablar a la propia escritora a través de sus entrevistas y textos. Alejandra Pizarnik vivió y murió para escribir, para poder captar toda una existencia en la palabra. Ella misma dijo que le gustaría poder hacer poesía con cada minuto de su vida. Sus padres fueron rusos de ascendencia judía y le transmitieron esta ansia de conocimiento, esta necesidad de búsqueda perpetua, este desasosiego, esta sensación de desarraigo que los emigrantes llevan como sello indeleble de identidad. Otra escritora argentina judía residente en los Estados Unidos, Alicia Borinsky, expone sobre la comunidad de emigrantes judíos en Argentina:

Los judíos que llegaron a Argentina huyendo de las masacres nazis y de los progroms rusos vinieron con las lenguas de sus lugares de origen. Al idish se unía el ruso y el polaco. Y fue en ruso y en polaco que podían evocar, simultáneamente, las experiencias de su juventud y el dolor de la exterminación y la humillación. [...] practicar constantemente una poética de la distancia, saber que no estaban más allá y que el acá era algo irreversiblemente extranjero, se convirtió para ellos en una realidad cotidiana (Borinsky 2000, 411)

En 1936 Alejandra Pizarnik nació en uno de los barrios de la burguesía media situados al sur de Buenos Aires. Desde su infancia fue una niña solitaria y triste, alguien que no cuadraba dentro de los ambientes argentinos y que era calificada de ‘rara’ por quienes la rodeaban. Una niña llena de fobias y terrores que luego se reflejan en su literatura a través de esos diálogos dantescos que tienen la niña y la muñeca negra, dos personajes que se repiten en sus textos.

Sobre sus imágenes del jardín y del bosque, la propia autora dijo en una entrevista: “Una de las frases que más me obsesiona la dice la pequeña Alice en el país de las maravillas: -«Sólo vine a ver el jardín»: Para Alice y para mí, el jardín sería el lugar de la cita o, dicho con las palabras de Mircea Eliade, «el centro del mundo». Lo cual me sugiere esta frase: El jardín es verde en el cerebro. Frase mía que me conduce a otra siguiente de Gastón Bachelard, que espero recordar fielmente: «El jardín del recuerdo-sueño, perdido en un más allá del pasado verdadero»” (Moia 1972). Con dieciocho años Alejandra Pizarnik entró en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y con diecinueve publicó su primer libro de poesía La tierra más ajena, texto del que más tarde se intentará olvidar pero en el que se dan cita muchos de los lugares comunes de su obra posterior y en el que se puede ya percibir este perpetuo sentimiento de tristeza y melancolía. Este mismo año, en 1955, deja la carrera e ingresa a estudiar pintura con Juan Battle Planas. Paul Klee y Hyeronimus Bosch fueron sus pintores favoritos. Como pintora y poeta posee el concepto de la hoja como un lienzo en blanco donde buscar el silencio y luchar con la palabra. En su entrevista con Moia, Pizarnik dice sobre su afición a la pintura: “Me gusta pintar porque en la pintura encuentro la oportunidad de aludir en silencio a las imágenes de las sombras interiores. Además, me atrae la falta de mitomanía del lenguaje de la pintura. Trabajar con las palabras o, más específicamente, buscar mis palabras, implica una tensión que no existe al pintar” (Moia 1972).

Olga Orozco fue una de las más fieles amistades de Alejandra Pizarnik. La necesidad de Pizarnik por tener el apoyo de Orozco era tal que le pedía constantemente que le firmara documentos de certificados de vida que Orozco tenía que ir renovándole poco a poco. En su estancia en París (1960- 1964) conoció a Octavio Paz y entabló gran amistad con Julio Cortázar y su mujer. Debido a que para Pizarnik la escritura y la felicidad iban unidos, en París la autora se sintió más feliz porque podía escribir más libremente y se encontraba más alejada del ambiente opresivo porteño. La sensación de extrañamiento que siente en su propia patria se convierte en desamparo en el exilio y esto la acerca más a la realidad vivida por sus ancestros también nómadas. Al volver a Buenos Aires en 1965 Pizarnik publicó Los trabajos y las noches que recibió elogios y premios y que es un texto compuesto de poemas escritos en París. El desamparo y la alienación que produce la experiencia del exilio son temas de este poemario y, a pesar de que la crítica ha destacado la claridad y el vocabulario esperanzador que no se perciben tanto en el resto de su obra, en Los trabajos y las noches se prefiguran temas de sus últimos años de producción. En este mismo año Pizarnik publicó en la revista Testigo, La condesa sangrienta, uno de sus textos más intensos temáticamente y que tiene mucho en común con otros dos posteriores: Extracción de la piedra de locura (1968), y El infierno musical (1971). Sus últimos años de vida son más claramente angustiosos hasta que la autora termina suicidándose en 1972. En su escritura se hace más patente la imposibilidad de comunicarse con los otros y de expresarse, de encontrar la palabra y la cordura. Entra y sale de hospitales donde tratan de ‘curar’ su enfermedad y no lo consiguen. Pizarnik es una poeta demasiado pura e íntegra para ser curada. Se pasa los días viviendo de noche, no soporta la luz natural, como si el mundo le estuviera haciendo daño, la estuviera consumiendo poco a poco. No quedaba mucho para que Alejandra Pizarnik decidiera terminar con su vida y entrar, por fin, en el jardín porque la vida es insufrible, el verso incomunicable y la palabra indecible. La poesía fue su existencia y a la vez un juego peligroso que quiso jugar. El sufrimiento y la angustia es mucho más patente en los últimos textos de la autora, los cuales han sido publicados póstumamente. Alejandra Pizarnik fue mujer, lesbiana, argentina, judía, parisina de adopción pero sobre todo fue poeta, una poeta demasiado pura para esta vida.

Poco más de un año antes de su muerte, la autora escribió un texto significativo para entender su vida y obra con el que queremos terminar esta aproximación a su obra: Escribir no es más lo mío. Con sólo nombrar alcoholes temibles, yo me embriagaba. Ahora –lo peor es ahora, no el miedo a un desastre futuro sino la de algún modo voluptuosa constatación del presente difuso de presencias desmoronadas y hostiles. Ya no es eficaz para mí el lenguaje que heredé de unos extraños. Tan extranjera, tan sin patria, sin lengua natal. Los que decían: “y era nuestra herencia una red de agujeros” hablaban, al menos, en plural. Yo hablo desde mí, si bien mi herida no dejará de coincidir con la de alguna otra supliciada que algún día me leerá con fervor por haber logrado, yo, decir que no puedo decir nada (8 de agosto de 1971) (Pizarnik 61)

Libros citados Borinsky, Alicia. “La memoria del vacío: Una nota personal en torno a la escritura y las raíces judías” Revista Iberoamericana Vol. LXVI, Núm 191 (2000); 409-412. Pizarnik, Alejandra. Prosa completa. Barcelona: Lumen, 2002. Haydu, Susana, Alejandra Pizarnik. Evolución de un lenguaje poético. www.iacd.oas.org/Interamer/haydu.htm Moia, Martha Isabel. “Algunas claves de Alejandra Pizarnik” en El deseo de la palabra, Barcelona: Ocnos, 1972.

jueves, octubre 25, 2007

Origen y significado de la palabra:

Llave.

Las primeras cerraduras que se usaron en Roma eran extremadamente simples: consistían en dos argollas, una en cada hoja de la puerta, en medio de las cuales se pasaba un clavo (clavus, clavi).

Este sistema facilitaba en tal grado el trabajo de los ladrones que, para evitarlo, los artesanos fueron ideando sistemas más complejos en los cuales se confería al clavo una forma específica para cada puerta, de forma que sólo el dueño de casa o quien tuviera aquel clavo podía abrir y cerrar. Con esta novedad, el nombre del clavo cambió ligeramente para llamarse clavis (llave, clave).

El jurisconsulto Papiniano usaba la expresión clavem tradere con el sentido de ‘entregar la administración de los bienes’, y Cicerón usó claves adimere como ‘sacar las llaves a la mujer, repudiarla’. En sentido figurado, se usó clavis scientiæ como ‘clave de la ciencia’.

En castellano llave fue usada desde muy temprano, a tal punto que la palabra aparece ya con su forma actual desde los poemas de Berceo (1230-1250). Clave llegó más tarde, adoptada por vía culta, en la segunda mitad del siglo xvi, y con un significado muy específico que se restringía a lo que sería el sentido figurado de llave: un código secreto, las reglas que revelan su funcionamiento, y aun un conjunto de signos.

FUENTE:

LA PÁGINA DEL ESPAÑOL

sábado, octubre 20, 2007

Origen y significado de la palabra:

Apocalipsis.

Último libro canónico del Nuevo Testamento, contiene las revelaciones atribuidas al apóstol Juan, referentes en su mayor parte al fin del mundo.

Por lo terrible de sus revelaciones, apocalipsis se ha convertido en la palabra preferida de los predicadores que anuncian el fin del mundo poniendo las manos sobre la Biblia, pero en realidad denomina genéricamente los antiguos escritos judíos o cristianos (especialmente el último libro canónico del Nuevo Testamento, atribuido a San Juan) que contienen revelaciones, en particular sobre el fin del mundo, casi siempre presentadas en forma de visiones.

Algunos estudiosos creen que el Apocalipsis del Nuevo Testamento es en realidad una colección de trabajos de varios autores desconocidos, que habrían vivido en el último cuarto del siglo I.

Apocalipsis es la revelación profética de un acontecimiento dramático para la Humanidad, en el que las fuerzas del mal vencen a las del bien en un gran cataclismo que constituiría el fin del mundo.

Según otras interpretaciones de los mismos textos religiosos habrá un cataclismo cósmico en el cual Dios destruirá los poderes dominantes del Mal e instaurará la supremacía del Bien en un reinado mesiánico.

A pesar de que el Apocalipsis bíblico es el más conocido en nuestra civilización, la literatura apocalíptica se remonta a la religión persa, fundada en el siglo vi antes de Cristo por el profeta Zoroastro.

Su nombre deriva del latín apocalipsis, que a su vez proviene del griego apokalypsis, que significa ‘acto de descubrir, descubrimiento, revelación’.

FUENTE:

PALABRA DEL DÍA

miércoles, octubre 17, 2007

Origen y significado de la palabra:

Catalizar.

Las ciencias sociales y la prensa utilizan cada vez con más frecuencia esta palabra con el sentido de ‘estimular’ o ‘acelerar’ un determinado proceso, como vemos en este texto extraído de un libro de arte:

El Omega Workshop, que seguía de cerca, como reconocía el mismo Fry, el ejemplo contemporáneo del Atelier Martine de Poiret, debía pues catalizar los intereses y las energías creativas de los jóvenes artistas brindándoles la manera de poder expresarse libremente.

Sin embargo, el ejemplo mostrado corresponde a un uso de catalizar en sentido figurado, puesto que, en su origen, se trata de un término técnico usado en química. Los profesionales de esta ciencia, que es la que estudia las sustancias, saben que el desarrollo de una reacción molecular no es instantáneo, sino que la velocidad con que ocurren las reacciones varía de acuerdo con numerosos parámetros. En muchos casos, es posible acelerar una reacción mediante el añadido de una sustancia que, sin sufrir ningún cambio químico, acelera la transformación de las sustancias implicadas en el proceso. Es lo que ocurre en la elaboración del ácido sulfúrico, en la que la transformación del dióxido de azufre en trióxido es acelerada „Ÿcatalizada„Ÿ por la presencia, en caliente, del platino o del pentóxido de vanadio. Estos últimos son los catalizadores de la reacción.

Catalizar proviene del griego katálysis (disolución), derivada del verbo katalyein (disolver, desatar), de katá (hacia abajo), partícula procedente del indoeuropeo kat- (abajo), y lyein (soltar, disgregar), también con origen en el indoeuropeo leu- (aflojar, dividir, cortar). La palabra fue usada por primera vez en 1836 por el químico sueco Jöns Jacob Berzelius al observar un factor común en numerosas reacciones químicas: determinadas sustancias permanecían inalteradas durante el proceso de reacción en el que influían, debido a una fuerza que él denominó ‘catalítica’. Berzelius introdujo el término catálisis para denominar las reacciones químicas originadas por la influencia de esas fuerzas. Sin embargo, fue el químico alemán Johann Wolfgang Döbereiner, quien observó, en 1823, el primer fenómeno de este tipo al encender hidrógeno por la catálisis de una esponja de platino.

FUENTE:

LA PALABRA DEL DÍA

lunes, octubre 15, 2007

Origen y significado de la palabra:

Desbarajuste.

Este sustantivo, que denota ‘desorden’ y ‘confusión’, proviene del verbo ‘desbarajustar’ (desordenar), registrado en el Diccionario de la Academia desde 1843. Sin embargo, ya estaba registrado como desbarahustar en el Diccionario de Oudin (1607). Ricardo Palma utiliza desbarajuste en Tradiciones peruanas (1876):

De seguro que ellos no habrían puesto fin al desbarajuste sin el apoyo de un joven y bizarro oficial que cruzó de pronto por en medio de la turba, desnudó la tizona, que era de fina hoja de Toledo, y arremetió a cintarazos con los alborotadores.

Al parecer, barahustar se derivaría de una palabra del siglo xv, barahustar, con el significado de ‘golpear con lanza’ y más tarde ‘parar un golpe mediante una lanza’. Aunque no ha sido posible determinarlo con certeza, se cree que barahustar se haya compuesto con vara y un verbo hustar, derivado del latín tardío fustare (azotar, golpear).

LA PÁGINA DEL ESPAÑOL

sábado, octubre 13, 2007

El lenguaje oral y el lenguaje escrito.

Cuando usamos el lenguaje, ponemos en práctica sus cuatro habilidades: dos son propias de la lengua oral: hablar y escuchar; dos, de la lengua escrita: leer y escribir.

¿Qué diferencias hay entre estas clases de lenguaje que hacen que la mayoría de las personas se sientan más inseguras cuando se enfrenta con una hoja en blanco que cuando tienen que entablar una conversación? Comparemos una con otra.

La lengua oral: Es una comunicación inmediata.

Quien emite el mensaje está en el mismo espacio físico que el que lo recibe y en el mismo tiempo. Cuando la relación es telefónica, no se comparte el lugar, pero sí el tiempo.

La lengua escrita: Es una comunicación diferida. El escritor no comparte ni el tiempo ni el lugar con su lector. En muchos casos, ignora quién será, lo que lo obliga a manejarse con un lenguaje claro, conciso, ya que no tendrá oportunidad de saber si es comprendido o no.

La lengua oral: Es una comunicación auditiva. Se capta por intermedio del oído.

La lengua escrita: Es una comunicación visual. Se establece por intermedio de los ojos, que son los encargados de leer el texto.

La lengua oral: Es una comunicación perecedera. Los sonidos existen a medida que las palabras son emitidas por el hablante, pero no permanecen. Si, por algún motivo, queremos repetir lo que acabamos de decir, seguramente, lo haremos de otra manera, con otros términos.

La lengua escrita: Es una comunicación duradera. Permanece, sin modificaciones, en el tiempo.

Sin embargo, ambas tienen sus peligros y sus ventajas. La lengua oral, más móvil, más cambiante, es, también, riesgosa. No pensamos demasiado cuando hablamos y esta espontaneidad hace que, con frecuencia, nos arrepintamos de lo que acabamos de decir. El dicho tan común "a las palabras se las lleva el viento" no es tan cierto como parece.

La lengua escrita, con menos elementos para expresarse acepta la posibilidad de la corrección.

El otro dicho "las palabras quedan" sí es verdadero, pero existe también la posibilidad que "queden" bien redactadas.

martes, octubre 09, 2007

Aprendamos el significado.

ANDAR.

Esta conocidísima palabra castellana se formó de una variante del latín ‘ambulare’, hecho que nos explica el sentido exacto de ambular, ambulante y otros derivados y compuestos, como sonámbulo, caminar o andar en sueños, caminar o andar dormido. Un ser animado anda cuando da pasos para ir de un lugar a otro; en cambio, uno inanimado va de un lugar a otro, pero no da pasos.

El inmortal Quijote se consideraba caballero andante, porque andaba, claro, y tenía la condición de andantesco, que así se llama todo lo relacionado con los caballeros andantes.

Hay otro andante, el movimiento musical moderadamente lento, que no andantino, un poco más vivo que el andante.

Y si volvemos a nuestro andar inicial, recordaremos que el verbo en ocasiones se emplea de modo comparativo, y así los relojes andan, una máquina cualquiera anda (por eso los hombres nos vemos tan ridículos cuando una de nuestras máquinas se para, deja de andar). Y cuando uno se mete en algún asunto también anda; por ejemplo, andar en algún lío. Y, ¡ay!, el tiempo anda, o, mejor anda muy rápido, o, mejor, corre. Y paremos esto de andar, no vaya a ser cosa que nos metamos en alguna andanza, que buena o mala puede ser, pues andanza, entre otras cosas, significa suerte, buena o mala. ___________________________________________________________________

COLUMNA:

He aquí una voz que en nuestro idioma posibilita variados usos. Por ejemplo, apoyo normal de techumbres y cosas así; serie de cosas colocadas ordenadamente; separación organizada de las páginas de un impreso, en especial en diarios y revistas; conjunto de soldados que se ubican uno tras otro, etc. Y de ahí se llega a la columna vertebral, que el diccionario define, como casi siempre, con precisión y algún aire de sorpresa: "eje del neuroesqueleto de los animales vertebrados (nosotros entre ellos), situado a lo largo de la línea media dorsal del cuerpo y formado por una serie de huesos cortos y vértebras dispuestos en fila y articulados entre sí". Más claridad, imposible.

IMPORTUNAR: expresa claramente la idea de molestar o incomodar con la petición de algo. Así que la importunación será la persistencia, la tozudez, en lograr que accedan a nuestra solicitud. La importunidad a veces resulta frecuente y corresponde a lo que podríamos catalogar de cualidad de importuno o inoportuno. Aunque mejor está decir que es la incomodidad o molestia causada por una solicitud o una pretensión.

jueves, octubre 04, 2007

ORIGEN Y SIGNIFICADO DE LA PALABRA:

Aborigen.

‘Originario de un territorio o lugar’ y, como sustantivo, ‘primitivo habitante de un país’. Es común en cuanto al género: el/la aborigen.

Proviene del latín aborigines formada por el prefijo ab y origo (origen). Plinio y Justiniano la empleaban para referirse a los primitivos pobladores de Italia.

En la Antigüedad se propusieron otras etimologías, que hoy se desechan: el historiador Aurelio Víctor afirmaba que aborigines estaría formada por las palabras griegas apo y ore (los que vinieron de los montes) y el gramático latino Festo aseguraba que provenía de ab y errare (pueblos errantes o nómadas).

No debe usarse la forma aborígena, error debido al cruce con indígena.

Indígena - Indio.

Las palabras indio e indígena tienen etimologías diferentes. El origen de la primera es más conocido: se formó a partir del nombre de la India, porque Cristóbal Colón creía que su viaje a través del Atlántico lo llevaría a ese país asiático; y así, llamó indios a los habitantes del Nuevo Continente, creyendo que se tratara del Asia.

Indígena, en cambio, es un cultismo tomado del latín indigena, que significaba ‘de allí’ y por extensión, ‘primitivo habitante de un lugar, nativo’. Este término está compuesto de indi- (una variante del prefijo latino in-) y la raíz indoeuropea gen- (parir, dar a luz), que también está presente en muchas palabras de nuestra lengua, como engendrar, gen, genealogía, etc.

La voz indígena aparece en textos en español a partir del siglo xvi:

[...] simplemente quiso referirse a la colonia fundada en ella por Marcelo compuesta de patricios romanos y de unos cuantos indígenas escogidos. (Juan Ginés de Sepúlveda Epistolario, 1532).

Pero en los diccionarios de la Real Academia no se registra hasta la edición de 1803, en la que apareció mencionado como ‘el que es natural del país, provincia, ó lugar de que se trata’.

Primavera.

Para los romanos sólo había dos estaciones: una muy prolongada y la otra, breve. La primera estaba compuesta por la suma de lo que hoy llamamos primavera, verano y otoño, mientras que la estación más breve era el hibernum tempus. La estación más prolongada se llamaba ver, veris, palabra que dio lugar a nuestro verano, pero en determinado momento el comienzo de esta estación se llamó primo vere (primer verano) y más tarde, prima vera, de donde salió nuestra primavera, mientras que la época más calurosa tomó el nombre de veranum tempus (verano). A pesar de este desmembramiento, la estación cálida todavía era más prolongada, hasta que en cierto momento su período final, el tiempo de las cosechas, fue llamado autumnus, voz derivada de auctus (aumento, crecimiento, incremento) y ésta, de augere (acrecentar, robustecer). El vocablo latino autumnus llegó a nuestra lengua como otoño.

Testículo.

El testículo es un ´pequeño testigo` de la virilidad de un hombre. No es raro (y nunca lo fue desde la más remota antigüedad) que los padres muestren a sus amigos los testículos de sus bebés, como prueba de la condición viril de sus herederos varones.

En latín, testiculos es un diminutivo de testis (testigo).

Piano.

Este instrumento fue inventado en 1698 por el fabricante florentino de clavecines Bartolomeo Cristofori, cuyo primer modelo quedó listo en 1709 y se llamó gravicembalo col piano e forte (clavecín con suave y fuerte), aunque fue más conocido inicialmente como pianoforte, que más tarde se abrevió a piano, y así llegó a nuestra lengua. En la actualidad se conocen dos pianos fabricados por Cristofori: uno de ellos, de 1720, está en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York; el otro, fechado en 1726, está en el museo de la Universidad Karl Marx, de Leipzig.

Cristofori llevó adelante su proyecto del piano al constatar que el clavecín no permitía hacer que los tonos fueran más suaves —en italiano, piano o más fuertes o recios —en italiano, forte.